A qué distancia está Europa, o en que parte de ella estamos, si es que nos sentimos parte, depende del lugar y la escala con la que se mire. Todos somos de allí dónde nos llevan nuestras raíces. Por eso cuando en tu ciudad te preguntan de dónde eres dices el barrio en el que vives. Lo mismo pasa con los valles y los pueblos. Y así se puede ir ampliando el zoom en clave autonómica, estatal, continental o incluso mundial, aunque no siempre con el mismo sentido de pertenencia. Viene esto a cuenta de que el 9 de mayo es el Día de Europa. Una fecha más en el calendario pero que este año llega con una carga especial, con unas elecciones a la vista, con la guerra de Ucrania y el horror de la invasión de Palestina

Hay muchas Europas aunque marquemos un solo día. Eso es verdad. Está la Europa insolidaria que cierra la puerta a los inmigrantes pero también la que abre sus brazos, que acoge y da asilo. La Europa de las multinacionales junto a la de las pequeñas empresas locales de economía social. La Europa de las grandes ciudades, con urbes cosmopolitas en el mapa del turismo mundial o la Europa despoblada con rincones rurales que apenas sobreviven. Está la cercana que se moviliza en la calle en solidaridad con Ucrania o el pueblo palestino y la más lejana y oficial, que no acaba de convertirse en un actor internacional de peso fuera de la tutela de grandes potencias como los EEUU o China.

Está la Europa de los tribunales de Derechos Humanos frente a la Europa donde regímenes casi autoritarios devalúan la democracia. Pero Europa, en esa escala mundial y en la más local que nos pilla de cerca, sigue siendo, y tenemos que ser conscientes de ello, una reserva natural de la democracia, algo que hay que cuidar y preservar. Un reducto de lo que queda del Estado de Bienestar arrasado en otras latitudes por el neoliberalismo o la ultraderecha. La vieja Europa afronta las nuevas amenazas con el reto de no olvidar el pasado.

Un pasado en el que hubo grandes guerras y dictaduras que escribieron páginas negras en nuestra historia. Pero también una Europa que supo ir construyendo una realidad social, política, cultural y económica, basada en valores de justicia social, libertad, Derechos Humanos y democracia que nos siguen permitiendo decir, con cierto orgullo pero sin superioridad moral, que somos europeos o europeas. Y eso es lo que se vota el 9 de junio, justo un mes después de este Día de Europa que invita más si cabe a hacer una reflexión sobre nuestro futuro colectivo.