La casa rural Kabia de Arraioz recibe hoy con ilusión y los nervios propios de las primeras veces a sus primeros huéspedes. Xabier Maritorena y Aitzol Garmendia han sido los encargados de reformar y darle una nueva vida a este caserío del siglo XVII llamado Aldekoa.

Los últimos dueños de la casa fueron la familia Larramendi Córdoba, que no tuvo descendencia. El padre de Maritorena, como era familiar de los Larramendi Córdoba, solía ir a ayudar a este caserío y así, decidieron que fuese él el próximo heredero, con una única condición: “cuidar la casa”.

La familia Larramendi Córdoba. Mena

Años más tarde, hace unos 15 años, Xabier Maritorena recibió en herencia este edificio por parte de su padre. “Al principio no estaba muy seguro de lo que iba a hacer con semejante casa. Yo sabía que quería hacer una vivienda para mí, pero no sabía que quería hacer con 900 metros cuadrados” recuerda al mismo tiempo que pone sobre la mesa una problemática muy frecuente en este tipo de pueblos.

Siendo consciente de que aparte de la vivienda tenía que hacer algo más, al final se decantó por la idea de “unos apartamentos para alquilar”. Continuaron perfilando la idea y al final decidieron que lo mejor era montar una casa rural separada en habitaciones, dedicada a la gente que busca intimidad y tranquilidad. 

Con las ideas claras, comenzaron con todo “el papeleo” previo a la reforma. Fueron tiempos algo “oscuros”, según expresa Maritorena, porque al tratarse de una casa protegida, tuvieron que lidiar con Príncipe de Viana y el Ayuntamiento de Baztan. “Fue muy difícil, uno nos decía una cosa, otro otra… Nos echaban el proyecto hacia atrás… Estuvimos continuamente recibiendo negativas por respuesta”.

Finalmente, y aunque tuvieran que modificar la idea principal que tenían en mente, en 2019 comenzaron con las labores de reforma y el sábado pasado realizaron la inauguración de la casa. “Después de este pedazo de esfuerzo merecíamos celebrarlo y queríamos hacer algo” cuentan. “Hicimos un poco de txalaparta, un bertso, hablamos un pequeño speech, una visita guiada y luego ofrecimos un lunch. Entre familiares, gente del pueblo, gente conocida y curiosos vinieron más de 100 personas” recuerdan contentos. Según cuentan, el centenar de asistentes se quedó sorprendido con el resultado de tanto trabajo. “La casa vieja era un poco casa del terror y ahora, al verlo así, tan cambiado…” aclaran.

Xabier y Aitzol en una de las habitaciones de Kabia. Ondikol

De todas formas, Kabia va a seguir evolucionando, porque todavía tienen la intención de adecuar un espacio verde a las afueras de la casa. Pero “poco a poco”. De hecho, van a empezar a funcionar “progresivamente”. Hoy empiezan con los primeros clientes, mañana se ocuparán otras dos habitaciones y el día 31 una más. El objetivo es “empezar tranquilos para hacer las cosas bien”.

Al no contar con experiencia en el sector del turismo, admiten tener “un poco la preocupación de si lo haremos bien”, aunque no tardan mucho en disipar las dudas. “Hemos hecho todo a detalle, y, del mismo modo, todos los servicios que vamos a ofrecer los vamos a cuidar al detalle”. 

Y es que hacer realidad este proyecto familiar ha supuesto una apuesta muy potente. “Para poder sacar estas viejas casas adelante, el esfuerzo que hay que hacer es abismal. Igual, si vas con más gente y te juntas cuatro familias…Pero nosotros hemos ido solos” explican. 

Así, superando los obstáculos, tienen claro cuál es el camino que quieren seguir y los nuevos retos que se les van a plantear. Para que Kabia no sea “otro incentivo para seguir agobiando Baztan” han planificado rutas “que ni siquiera aparecen en wikiloc para evitar que todo el mundo vaya a Xorroxin o a los sitios más conocidos” y van a potenciar el producto local. “Vamos a intentar que la gente que venga aquí sea respetuosa y que pueda encajar todo bien” defienden.