Así, como suena, la gran derrota, interpreto el balance de la intervención del ejército genocida de Israel en la Franja de Gaza.
Tras dos años de venganza, por el asalto perpetrado por Hamas el 7 de octubre de 2023, que ha dejado tras de sí decenas de miles de muertos palestinos (civiles, milicianos, mujeres, niños y niñas), incontables víctimas bajo las ruinas de todo el país.
Que ha dejado un país asolado, sin infraestructuras de ningún tipo, pues todas ellas han sido arrasadas: escuelas, hospitales, universidades, mezquitas, y miles de maestros, personal sanitario, personal universitario asesinados. Cientos de periodistas también asesinados, masacrados. el personal de la UNRWA diezmado...
Las conducciones de agua inutilizadas, así como miles de pozos de agua potable... La red eléctrica desaparecida. Los campos de cultivo con sus cosechas destrozadas, y miles de olivos (árbol sagrado para los palestinos) arrancados o en poder de los colonos judíos. Una hecatombe difícil de imaginar si no lo hubiésemos visto casi en directo. Una continuación de la ocupación del territorio y el genocidio continuado desde hace 75 años del Estado sionista sobre el pueblo palestino.
Cientos de miles de personas, hambrientas por voluntad de Israel, obligadas a desplazarse sin saber a dónde y si volverían algún día. Y a pesar de todo me reafirmo en mi aseveración: la gran derrota del ejército genocida sionista, aprendiz adelantado de las prácticas que los nazis hicieron sufrir, no sólo, a los judíos...
Un ejército que tiene las armas más sofisticadas, las armas de destrucción masiva que le achacaban a Irak y por las cuales acabaron con Hussein y millares de iraquís...
Un ejército que es uno de los más preparados del mundo, con cientos de miles de soldados armados hasta los dientes, con las armas más modernas que se puedan encontrar en el mercado. Con el servicio de información, el Mossad, infiltrado y extendido por todo el mundo. Con el apoyo moral y material de las mayores potencias económicas del mundo...
Un ejército que, a pesar de todo lo enumerado anteriormente, ha sido incapaz, tras dos años de genocidio y destrucción sistemática, de vencer y desarmar a Hamas; que ha sido incapaz de encontrar a los rehenes que esta milicia, armada tan sólo de fusiles y cohetes, ha mantenido retenidos. Y que ha dejado, a pesar de todos los pesares, un número indeterminado de víctimas entre sus filas. Una cifra que, supongo, se ocultará por no pasar la vergüenza de que, a pesar de la imagen de indestructibles que pretenden dar con la exhibición de tanques, drones, aviones, cohetes, misiles, se ha demostrado que son vulnerables.
Un ejército que, para conseguir la liberación de los citados rehenes judíos, ha tenido que acceder al cambio por casi 2.000 de los miles de rehenes, se habla de 15.000, que Israel tiene hacinados, muchos de ellos sin acusaciones, sin juicios, maltratados física y psicológicamente, en sus cárceles.
Un ejército que, tarde o temprano, se tendrá que retirar, lo mismo que ha tenido que hacer en otras ocasiones. Dejará tras de sí el rastro de todo lo que ha (des)hecho a lo largo de estos 75 años.
Un ejército que no ha cumplido los fines para los cuales ha perpetrado este genocidio, la liberación de los rehenes sin condiciones, es un ejército derrotado.
Y la ley que ellos han aplicado, la ley del Talión, ¿no se les volverá en su contra?