Tras el portazo del lunes, la frialdad del jueves. Pleno del Parlamento de Navarra. Javier García, portavoz del PP, en su escaño: el rostro serio, mirada al frente, deliberadamente ajeno a quien está pasando por detrás de su espalda. Javier Esparza, presidente de UPN, camino del atrio para hablar por teléfono: cascos puestos, móvil en las manos, ojos en la pantalla. Gesto ocupado.

La secuencia la capta nítida el fotoperiodista que firma esta información e ilustra mejor que cualquier párrafo la tirantez vivida esta semana entre regionalistas y populares. ¿El motivo? Las elecciones europeas. Los manejos de UPN para intentar colar un nombre en la lista del PP al Parlamento de Estrasburgo –a cambio de no se sabe muy bien qué– han soliviantado a los populares, que han interpretado el movimiento como un exceso, un pasarse de listo por parte de Esparza.

La "ambición de algún miembro de UPN" por estar en las listas al Parlamento Europeo

“Es novedoso descubrir la ambición de algún miembro de UPN de estar dispuesto hasta a integrarse en las listas del Partido Popular”, tiraba, con mala baba, García. Luego, Esparza le contestó que estuviera tranquilo, que él se iba a quedar en el Parlamento.

El episodio ha enrarecido todavía más las ya de por sí frías relaciones entre UPN y PP. Las elecciones europeas están a la vuelta de la esquina –son el 9 de junio– y no parece que el encontronazo de esta semana sea un buen precedente para una alianza de siglas.

Tampoco sería la primera vez. UPN no concurrió a estos comicios ni en 2009 ni en 2014 ni tampoco hizo campaña por su socio histórico. Pero, al margen de las elecciones en sí, el choque recuerda el punto exacto en el que siguen las relaciones entre ambos partidos, en una lucha intensa y soterrada por el mismo espacio desde hace más de dos años, cuando la desobediencia de los exdiputados regionalistas Sergio Sayas y Carlos García Adanero –que hoy siguen siendo diputados, pero en el PP– detonó la bomba.

Para situarnos hay que retroceder al 1 de abril, lunes. Ese día, Esparza viaja a Madrid. Va a mantener una reunión con el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. Sobre el papel, un encuentro de cortesía para despedirse antes de dejar la presidencia de UPN en el congreso del 28 de abril. Entre cortesía y cortesía, Esparza plantea una posible colaboración para las europeas: UPN apoya la candidatura del PP y a cambio obtiene un puesto de salida en la lista al Europarlamento.

Diciembre de 2023. Protestas de UPN por la moción de censura contra Cristina Ibarrola en el Ayuntamiento de Pamplona. Javier Esparza abraza a Alberto Núñez Feijóo Javier Bergasa

Esparza sabía que era un buen bocado y quería ofrecerlo como trofeo antes del consejo político del pasado día 6 de abril, pero no consigue aferrar ningún compromiso para entonces.

23 de julio: el punto de no retorno

La jugada no ha sentado bien en el PP. Consideran que no son formas después de cómo ha sido la relación en estos dos últimos años. Para los populares, hay un antes y un después del 23 de julio, fecha de las últimas generales.

Por primera vez, a esa cita concurrieron por separado PP y UPN. Y las urnas hablaron: los populares, con Sayas de candidato, ganaron a los regionalistas.

En los populares ya no hay miedo de ir solos en Navarra. Y aquel resultado reforzó la estrategia que ya dejó clara el propio Feijóo en Pamplona durante la última campaña de las forales: el PP de Navarra aspira a ser hegemónico en el espacio de la derecha. Quiere crecer, y hacerlo a costa de UPN. Esa fue la comanda de la refundación popular tras la ruptura de Navarra Suma y sigue vigente.

El 'efecto cuestionable' de ir con un acuerdo a las elecciones

Eso no quita para que UPN no termine, como mínimo, dando libertad a sus afiliados para votar. Puede que las relaciones estén tensas, pero comparten espacio y perfil sociológico de votantes. ¿A quién van a votar los afiliados de UPN? Pues aunque no haya toque de silbato oficial, al PP. No van a votar a Irene Montero, a Podemos.

Eso facilita todavía más al PP rechazar el ofrecimiento de UPN. Además, el efecto que tiene sobre las urnas el apoyo regionalista es más que cuestionable. Vale con ir al histórico.

Las cosas también estaban muy tensas en abril de 2009. Todavía estaba muy reciente la ruptura entre UPN y PP fruto de la teoría del quesito de Miguel Sanz. Este periódico envió entonces a un periodista al hotel Villa Magna de Madrid el día en el que el entonces presidente del Gobierno confirmó que UPN no concurriría a las europeas de ese año y que tampoco iba a pedir el voto para el PP.

“Si lo quieren, que lo pidan”, decía Sanz, con la altivez que le llevaba a afirmar, en aquellos días, que “el PP se equivocaba” al implantarse en Navarra como respuesta a la ruptura.

La participación en las Europeas

En aquellos comicios en los que UPN mantuvo cierta normalidad hubo un 42,69% de participación en Navarra. Ganó el PP, con algo más del 37% de los votos.

En 2014, UPN tampoco se presentó. En esta ocasión tampoco hubo colaboración oficial, pero la actitud regionalista fue otra: la entonces presidenta, Yolanda Barcina, dejó claro que ella, el día de las elecciones, tenía muy claro su voto.

La participación estuvo en número similares a la de la cita anterior: un 46,4%. Volvió a ganar el PP, esta vez con menos margen sobre el segundo, que fue EH Bildu.

En 2019, las europeas coincidieron con las forales y municipales y fueron poco menos que un apéndice: subió la participación, pero en Navarra ganó el PSOE subido a la ola sanchista. Es probable que las de junio se parezcan más, en cuanto a participación, a las de 2009 o 2014. Y que el apoyo o no de UPN tenga en el PP un efecto similar. Así que el episodio quedará, símplemente, como un nuevo episodio de frialdad.