A falta justo de un mes para que UPN celebre su congreso, todo apunta a que la formación regionalista va a perder la ocasión de darle una pensada al proyecto, que acusa el correspondiente desgaste de cumplir ya nueve años en la oposición. Sin embargo, la realidad es que desde que se abrió la carrera por suceder a Javier Esparza, sólo se ha hablado de nombres. La primera en hacerlo fue Cristina Ibarrola, quien a primeros de febrero no solo se postuló para el cargo, sino que se preocupó en contactar con Alejandro Toquero para ofrecerle la vicepresidencia. El alcalde de Tudela, quizá porque pensaba que tenía músculo como para aspirar más alto, se apresuró en salir públicamente a replicar que no era “el momento de sillones, ni de personalismos”.

Fue una contundente respuesta que escoció pero que en la práctica lo único que hizo fue aplazar unos días el debate de los sillones y los personalismos. Del que no se ha movido ni un milímetro esta extraña pareja en los dos últimos meses en los que su prioridad no ha sido otra que el reparto de cargos. Un reparto que se ha hecho desde la aceptación de que la efímera alcaldesa de Iruña contaba con más indios para una hipotética batalla que no se ha producido.

A partir de ahí, Ibarrola y Toquero se han centrado en sumar gente de su confianza para la ejecutiva que saldrá del congreso, sin perder de vista que ella está interesada en volver a intentar la conquista de la Alcaldía de Pamplona –una pretensión que a día de hoy es una quimera, máxime después de haberse despedido del cargo insultando a los principales dirigentes de PSOE y PSN– mientras que por la cabeza de él ronda la idea de ser el próximo candidato al Parlamento de Navarra.

Dos apuestas de larguísimo plazo ahora que la política se ha convertido en algo muy líquido, al tiempo que llama la atención que Ibarrola diga que le parece “absolutamente incompatible” la Presidencia de UPN con la Alcaldía de Iruña. Que se lo pregunte a Miguel Sanz, que estuvo 16 años presidiendo Navarra y el partido.