El día 14 de diciembre de 2017, en eldiario.es apareció un artículo titulado “Una lección desde Italia para lidiar con la memoria histórica”. Su autor era el profesor Carlo Invernizzi-Acceti. Y resulta que el 4 de abril de 2024, leíamos otro artículo en DIARIO DE NOTICIAS (4.4.2024) titulado “Resignificación. Nadie tiene derecho a obedecer”, que guarda estrechas relaciones con el del autor italiano.

Nos importa poco que su texto pueda ser calificado de plagio o de copia, doctores hay de la docta literatura que sabrán decidirlo, pero hubiera sido una muestra de elegancia intelectual que reconociera que su artículo tanto en la forma como gran parte de su contenido, lo mismo que por su estructura, estaba más que inspirado por el autor italiano. Él sabrá en qué grado personal de deontología y de ética hace sustentar lo que escribe, pero, como decimos, hubiese sido un detalle por su parte decir que proponía algo que ya había sido escrito y que nada de lo que leímos en su artículo era poco o nada original, aparte de las citas textuales como nombres de autoridad citados.

En el artículo del italiano se presentaba como un acto inteligente la permanencia y no la destrucción de un friso en honor de Mussolini en un edificio público de Bolzano, mediante la superposición de un texto iluminado que respondía y cuestionaba el mensaje grabado en el bajorrelieve. En cambio, en el artículo del funcionario navarro, no sólo la resignificación de Los Caídos es inteligente, sino que defender su demolición “sería una decisión localista, minoritaria social y políticamente en nuestra comunidad”, además, “las transformaciones inteligentes pueden decir verdades sin destruir las pruebas auténticas de la historia.” Si, usted, lo dice.

Y para establecer qué es una transformación inteligente ahí está el señor Zabalza.

En cuanto “a las pruebas auténticas de la historia y sus verdades”, pues lo mismo. Auténticas y verdaderas las que optan por la resignificación, no así las de los que defienden la demolición. Y, encima, son minoría. Y localistas, es decir, cortos de mira, producto de una nueva ola iconoclasta. Zabalza será, entonces, el iconófilo, adorador de imágenes. Igual pasa a la historia con este nombre.

En fin, no abundaremos más en la petulancia intelectual de quien así se expresa, puesto que Yolanda Ansó ya lo ha colocado en el lugar que le corresponde, a pesar de su pomposo nombre: director general de Memoria y Convivencia.

Zabalza Arregui era en 2019 director general de Paz, Convivencia y Derechos Humanos. En octubre de ese año, en una entrevista, publicada en eldiario.es, “era presentado como miembro de AFFNA 36, resaltando que gran parte de su trayectoria profesional ha estado relacionado con la recuperación de la Memoria Histórica”, y donde afirmaba, como si se tratara de un ministro de educación de España: “El curso que viene vamos a introducir la materia del terrorismo en España en cuarto de la ESO o primero de Bachillerato”. ¿Por qué? Y respondía: “Porque queremos hacer una memoria crítica de lo que ha pasado y explicar que en nuestra tierra, durante demasiado tiempo hubo una banda terrorista que asesinó o amenazó a personas porque no pensaban como ellos”. Luego, añadía que a “esta introducción al terrorismo le unimos otra acción a la que llamamos “víctimas educadoras”. Y lo explicaba así: “Son víctimas navarras de ETA que acuden a centros escolares públicos y concertados desde la Ribera hasta el norte de Navarra. El proyecto se llama Eskutik / De la mano”.

En esta ocasión no hablaba por boca de ganso. En diciembre de 2020, la presidenta Chivite y los ministros Grande Marlaska y Pilar Alegría presentaron en Pamplona los materiales didácticos “Memoria y Prevención del Terrorismo para el alumnado de Secundaria y Bachiller elaborados en colaboración con la Fundación Víctimas de Terrorismo y el Centro memorial”.

A Zabalza lo cesaron en agosto de 2023 de dicho cargo de forma simbólica porque en esa misma fecha sería nombrado director general de Memoria y Convivencia. El mismo perro con distinto bozal. A la vista de ese material optativo y de su artículo resignificado del profesor italiano, nos surgen infinidad de comentarios. Una muestra.

Desde 2019 a 2023, a pesar de ser miembro de AFFNA36, de haberse desvivido por los fusilados en Navarra, ¿nunca pensó en hacer una historia de la barbarie ocurrida en Navarra en 1936 y que el alumnado pudiera conocer lo que pasó en los pueblos navarros y, así, tomar conciencia de que matar a las personas que no piensan como uno es crimen? ¿No se le ocurrió organizar un proyecto víctimas educadoras con las otras víctimas, es decir, familiares que aún siguen buscando en las cunetas los cuerpos de sus familiares asesinados en esa matanza de 1936?

En su artículo, sostiene que una vez resignificado Los Caídos, “los alumnos y alumnas de los centros educativos de Navarra deberían poder visitarlo, mediante el Proyecto Escuelas con Memoria por la Paz y la Convivencia, para conocer nuestro pasado traumático”. ¡Hay que ver! Un proyecto de su cosecha, y en el que, por tanto, no figurarán las víctimas de la barbarie cometida por carlistas y falangistas en 1936.

Al parecer, ni las víctimas de los matones del golpe de 1936 ni sus familiares tienen la categoría para figurar como sujetos de ese tratamiento didáctico, como las susodichas víctimas educadoras de su proyecto. ¿A qué se debe tanta indiferencia?

Al fin y al cabo, ¿quiénes mejor, para contar ese pasado traumático de la violencia gratuita e injusta a los adolescentes de los institutos, que los cientos de familia existentes en Navarra que sufrieron el asesinato de sus abuelos, padres, tíos y primos?

Es cierto que las víctimas de esta tierra pertenecen a “un contexto histórico, político, cultural y social diferente”. Por esa misma razón, lo que ha quedado en evidencia, tras la intervención del director de Memoria y Convivencia, es la Consejería a la que pertenece, y que, mientras no diga lo contrario, sigue manejando de modo discriminatorio dos tipos de víctimas en este escenario, tomando partido, en este terreno, por las que resulta más rentables políticamente hablando.

Esta actitud suele llamarse rastrerismo moral y quien la cultiva no debería ocupar ningún cargo de responsabilidad, menos el de director general de Memoria y Convivencia.

Firman este artículo: Víctor Moreno, José Ramón Urtasun, Carlos Martínez, Jesús Arbizu, Clemente Bernad, Carolina Martínez y Txema Aranaz Del Ateneo Basilio Lacort