Comenzó como una buena manera de dar a los países pequeños la posibilidad de acoger grandes eventos deportivos, pero se les ha ido totalmente de las manos.

Nos referimos, claro está, a la moda (ya epidemia) de organizar Mundiales, Europeos y demás en dos, tres y hasta seis países (caso del Mundial 2030 de España, Portugal y Marruecos, que empezará en Uruguay, Argentina y Paraguay).

Un lío (y un gasto) descomunal para los hinchas que quieran ver in situ a sus selecciones; un inevitable aire de desorganización; y una incómoda sospecha de que el motivo principal es que los responsables de las federaciones internacionales quieren evitarse discusiones con las distintas candidaturas y es muy fácil quedar bien con todas si se reparte el pastel de cada edición. Y si les sale un disparate geográfico (el Europeo 2028 de balonmano se ha concedido a España, Portugal… y Suiza) qué más les da, si a ellos los vuelos y hoteles se los paga la Federación.