Se suele decir que la Plaza Consistorial se ve más grande en televisión de lo que en realidad es. Así que muchos turistas aprovechan el fin de los Sanfermines para viajar a Pamplona y comprobar esta expresión popular, y muchas veces lo confirman con sus propios ojos. Otros, en cambio, utilizan sus vacaciones para realizar el clásico recorrido del encierro, aunque, en este caso, sin ningún tipo de peligro. Sea como sea, la ciudad cambia el blanco y rojo por las cámaras de fotos y las miradas de cientos de personas que admiran la belleza de sus calles.

Desde la Oficina de Turismo de Pamplona, consideran que “en estas fechas es cuando más gente viene porque durante las fiestas apenas entran; se mueven de acuerdo con el ambiente”, señala Ainhoa Garces, informadora turística. En cuanto a los motivos más habituales que convierten a la capital navarra en un destino ideal para visitar, destacan dos; por un lado, muchos turistas nacionales se acercan al norte “porque hace más fresco que en sus ciudades de origen”. Por otro, “están los que quieren pasear por los lugares más míticos de los Sanfermines o que apuestan por un turismo más local y les recomendamos que vayan a otras zonas de Navarra”, enumera. 

Pamplona también acoge en estas fechas mucho turismo internacional. Suele destacar la presencia francesa, que este año aumenta debido a la celebración de los Juegos Olímpicos en París: “Les pilla relativamente cerca, pero este año nos comentan que lo hacen por huir de la cantidad de gente; además, parece que el país está bastante parado”, cuenta.

Una parada obligatoria

Walter Vila y su hija María.

Walter Vila sostiene el móvil para hacerse un selfie con su mujer y su hija María, de 13 años. A pesar de que estos valencianos se consideren “devotos de los Sanfermines”, lo cierto es que, en esta ocasión, Pamplona solo es una ciudad de paso para visitar Iparralde. No obstante, “tenemos en mente volver próximamente porque no hay año que no veamos los encierros. De hecho, María todavía no sabía hablar y, sin embargo, en cuanto veía a los toros en la televisión decía ‘bous’, que es como se dice en valenciano”, recuerda el padre.

Adela Idiáquez e Iñaki Aguirre.

Aunque no sean los de verdad, Adela Idiáquez e Iñaki Aguirre enseñan los toros del Monumento al Encierro a sus familiares. Son de Bilbao, pero Pamplona es “nuestra segunda residencia”, porque su hijo y su nieto viven en Navarra. “Y nos acabamos de comprar aquí una casa”, añade Adela. Ambos comentan que uno de los atractivos que tiene Pamplona es que es “un pueblo muy grande; está todo cerca y los paseos se hacen muy amenos”. Por otro lado, a Adela le encantó el ambiente que se vive durante las fiestas: “Para mí, no hay nada más bonito que ir con el nieto y que vea los gigantes, estar en la Plaza de la Cruz o en Paseo Sarasate con las jotas”, relata.

El grupo de turistas procedente de Jaén.

Junto a este matrimonio, un grupo de nueve personas procedentes de Jaén se alternan para sacarse fotos con el monumento de fondo. Mª Carmen Martínez, Emilio López, Mª del Mar Ruiz y Alfonso Quesada se han cogido una semana de vacaciones para visitar Euskal Herria junto con sus hijos. “Vamos a improvisar un poco porque acabamos de llegar y nos hemos encontrado con esta estatua. Con lo que hemos visto en la tele nos esperamos que sea una ciudad muy bonita”, afirma Emilio.

César Aulestia junto con su padrino, Carlos Umberto Vitoria

César Aulestia se coloca en frente del Ayuntamiento para explicarle a Carlos Umberto Vitoria, su padrino, la historia del Chupinazo. Aunque es natural de Colombia, lleva 25 años viviendo en Pamplona y ya es un navarro de manual. Carlos Umberto no tenía ni idea de qué eran los Sanfermines hasta que César le ha hecho un recorrido por el Casco Viejo. También quiere mostrarle rincones emblemáticos como la Ciudadela o el Café Iruña porque “son dos lugares que tienen una historia muy particular, desde el origen de la ciudad hasta cómo se hizo famosa a raíz de que Hemingway viniera a los Sanfermines”, explica. “Con todo lo que me cuenta, me está motivando a volver cuando sean las fiestas”, añade el padrino. Así que, sea como sea, Pamplona es una parada obligatoria a la que siempre hay que regresar.