La vocación elige a cada uno. Al menos, eso fue lo que le ocurrió a Alberto Rodríguez que, desde que era un crío, se ha dedicado a hacer retratos de animales; antes por simple placer y, ahora, porque es su trabajo. “Algunos niños juegan a fútbol; yo, en cambio, prefería dibujar en la parte de atrás de mis cuadernos en vez de prestar atención en clase”, recuerda. Y siempre ha retratado todo tipo de fauna: “Nunca he hecho otra cosa que no tuviera dos o más patas, pelos, plumas, pico o garras”. En 2018 apostó por esta afición y en 2021 se convirtió en una profesión que continúa hasta hoy.

Desde entonces ha producido más de 250 encargos. A cada uno le dedica alrededor de 20 horas, dependiendo del dibujo y del cliente. “No es lo mismo un perro blanco que uno negro. A mí me gusta decir que, como tal, el blanco y el negro no existen. Lo que sí es cierto es que, como mínimo, tardo tres o cuatro días en terminar un animal”. En el proceso, empieza con un lápiz de color, pero termina usando más de 30 para poder trabajar las distintas texturas del pelaje o para que el brillo de los ojos de los retratados expresen lo mismo que las fotografías. Por otro lado, también es necesario que el papel sea grueso para poder hacer muchas capas. El que él utiliza es el de acuarela satinado, de 300 gramos. “Primero, lo cubro con colores claros y, poco a poco, le añado los oscuros. El papel debe soportar todas estas capas de lápiz”, explica.

En esta imagen se pueden observar los detalles y distintos tonos del pelaje del gato. Cedida

Cuando le preguntan a Alberto qué necesitan para hacer un dibujo, él siempre responde que “una buena foto y cuatro días”. Muchas veces se siente algo quisquilloso en los requerimientos porque necesita buena luz —preferiblemente en el exterior— y que se le vea la cara. “Si el animal ya no está, tengo que trabajar con el material que tienen. Me va a costar más, pero la experiencia ha hecho que sepa cómo es el ojo de un perro, aunque yo no aparezca en la imagen. Todo es cuestión de fijarse mucho y poner empeño”, señala. No por eso pretende que sus dibujos sean “hiperrealistas”, sino que, a pesar de que se reconozca al animal, se pueda observar el trazo del lápiz o las irregularidades del papel. “Incluso, de una foto mala puede salir una pintura mejor porque le aporto detalles que en la imagen se pierden. Quiero que vuelva una sensación de realidad. Quiero que los clientes vean que es su mascota, como si lo estuvieran viendo”, asegura.

Detalle de algunos de los dibujos de Alberto. Iñaki Porto

Con la minuciosidad que caracteriza su obra, ha comenzado un proyecto acerca de las razas ganaderas de Euskal Herria y, precisamente, la fotografía cuenta con un papel esencial: “La gente me suele preguntar por qué no expongo mis pinturas y la respuesta es que no tengo obra propia. Siempre son encargos. Hace poco empecé a dibujar estos animales con las imágenes que un pastor, un elaborador de queso o un ganadero me pueden prestar”, cuenta. Recuerda que uno de sus primeros retratos fue a la vaca pirenaica más bonita del Baztán, que pertenece a un ganadero de Azpilicueta. Representan, como él dice, “el modo de vida de mucha gente de esta tierra y merecen tener una pintura en la que se vea que es algo más que una vaca”.

Retrato de una vaca. Cedida

Dibujo de un pastor alemán. Cedida

Por otro lado, además de ser artista autodidacta, también es ornitólogo, de manera que, entre sus futuros proyectos, se encuentra uno que se centra en las aves que habitan en los viñedos de cada zona de Navarra. “Esta comunidad es una de las regiones con más especies debido a los distintos ecosistemas que hay”. Mientras tanto, dibuja sus encargos y “las horas se pasan volando. Antes me parecía una utopía, pero ahora me dedico a cumplir el sueño que he tenido desde niño. No puedo ser más feliz”, asegura.

A la hora de difundir su trabajo, aprovecha las redes sociales; en especial algunas como Instagram o Facebook y de su página web, como consecuencia de que los canales de difusión le permiten acceder a un amplio público y potencial. “De no ser por estas herramientas yo no podría dedicarme a esto. Son vitales para dar a conocer mi obra y la de otros tantos pintores de animales”.

Entre sus dibujos favoritos —aunque Alberto considera que todos lo son por la historia que se encuentra detrás —destaca el de Vespa, una perrita que murió antes del encargo de su antigua dueña. “Su mirada es muy noble y, quizás, un poco triste. Me hace pensar que sus ojos quieren transmitir tranquilidad, que no nos preocupemos porque le han dado mucho amor”, confiesa. También, ha ocurrido que, durante el proceso, los animales han fallecido. “Iba a ser un homenaje en vida, pero ha derivado en una forma de recordarle siempre. Me enorgullece mucho tener esta responsabilidad, pero también me da mucho respeto no hacerlo lo suficientemente bien”, reconoce. 

Dibujo de la perrita Vespa. uno de los favoritos de Alberto Rodríguez. Cedida