Ahora se cumplen dos siglos de la muerte en la Habana de Bautista de Arraioz, parece que asesinado por un desconocido que surgió ante él en la oscuridad de la noche. Fue el 23 de mayo de 1823, al encontrarse en la capital de Cuba a donde había huido acosado por las autoridades y enemigos que le odiaban por sus excesos, su actitud violenta y fechorías.

Era un gran pelotari, el rey de todos los juegos según la leyenda que le ha acompañado hasta hoy, cuando pasan 200 años de su muerte en trágicas circunstancias. Le perdía su carácter, sus fanfarronadas al saberse el mejor, superior a todos y en todos los juegos directos, los que se litigan “a largo” (laxoa, en euskera) o sea, cara a cara que eran los más practicados y populares entonces.

Natural de Arraioz, Valle de Baztan, aunque no se conocen su apellido y condición familiar. Y en su pueblo, cuya plaza se considera “la más bonita del mundo”, tampoco saben donde pudo nacer, lo que arrojaría algo de luz en una comunidad en la que a los vecinos se les conoce por el nombre de su casa, aunque ahora menos. Se cree, según Juan Carlos Mortalena, que es la Biblia de Arraioz, que podía ser de un caserío cercano al barrio de Mardea, antaño con más caseríos.

Grabado de un jugador a largo, portada de ‘La pelote basque’ del abad Blazy, de 1929.

Grabado de un jugador a largo, portada de ‘La pelote basque’ del abad Blazy, de 1929. Archivo

“El hijo de Simón”

Sí ha trascendido al paso del tiempo que era “hijo de Simón”, también pelotari de gran fama de la misma localidad, lo que ya es bastante. Huyó de casa y de su pueblo con 20 años, y su fama llegó hasta Madrid, a oídos del rey Fernando VII, que organizó un partido en 1821 y, según la leyenda, Bautista de Arraioz dijo a su compañero de juego lo que iba a hacer: “Voy a restar de bolea tres saques seguidos: la primera pasará por la derecha del rey, la segunda por la izquierda de la Reina, y la tercera por medio de los dos”, y se asegura que lo hizo. Al finalizar, el Rey le preguntó si quería algún deseo y el hijo de Simón pidió ser nombrado cabo de guardas, “caporal de carabineros”, y dicho y hecho, según el abad E. Blazy, autor de La pelote basque, editado en Baiona (Laburdi) en 1929.

Vivo por error

Tenía Bautista un carácter muy oscuro, caprichoso, cuando le apetecía jugar hacía maravillas y el día que no, pasaba del partido y no prestaba atención a sus rivales, con malos gestos que desesperaban al público. En una ocasión, estaba jugando sin interés un partido en San Sebastián y comenzaron las protestas, la bronca fue a mayores hasta que un apostante se levantó y se dirigió al pelotari: “Si pierdes, te mato aquí mismo”.

Reaccionó e igualó el partido pero, como el jaleo no cesaba, el alcalde, que presidía el juego, lo suspendió y ordenó desalojar la plaza. Asustado, huyó directamente a la posada del barrio con su compañero de habitación, otro pelotari que casualmente también se llamaba Bautista. El hombre que le había amenazado, un militar de alta graduación, le siguió con una pistola y cuando los dos pelotaris dormían entró en la habitación y despertó al bulto más cercano: “¿Eres Bautista?”, preguntó. “Bautista soy”, contestó el bulto. Y, a continuación, disparó el militar, mató al Bautista que no era, salió corriendo y no se le vio más.

El Hijo de Simón huyó a Francia y se embarcó a la Habana, donde vivió de forma desordenada, la mala vida le llevó por los peores garitos de la ciudad, bebiendo. jugándose el dinero para acabar casi en la miseria hasta que, finalmente, cuando regresaba a casa a caballo, es asaltado y dejado muerto en medio del campo sin que nunca se descubriera a su verdugo.

Y así murió el gran Bautista de Arraioz, el “hijo de Simón” y el pelotari genial y polémico que asombraba y admiraba a sus fieles e incondicionales igual que indignaba y era maldecido por sus detractores. Protagonizó hace dos siglos que ahora se cumplen una de las páginas más negras de la historia de la pelota, para convertirse en un personaje de leyenda, recordado siempre como “el rey de todos los juegos de pelota”.