donostia -El vertedero Lurpe de Mutiloa, gestionado por la empresa Cespa, "está hasta los topes" y dejará de ofrecer servicio a sus clientes en dos semanas y media. El próximo 29 de este mes, según pudo confirmar NOTICIAS DE GIPUZKOA en fuentes del propio vertedero, será el "último día para depositar residuos" y a partir del 1 de marzo las empresas guipuzcoanas, que anualmente depositan en esta infraestructura unas 200.000 toneladas de residuos inertes (no peligrosos), tendrán que buscar una solución fuera del territorio. De hecho, Lurpe es, a día de hoy, el único vertedero autorizado con capacidad para acoger este tipo de residuos en Gipuzkoa. El de Epele, en Bergara, también está lleno.

El anuncio de cierre ha cogido por sorpresa a muchos de sus clientes (públicos y privados) y a los propios empleados de la planta, justo en el momento en el que el Gobierno Vasco pedía ayer colaboración a otros vertederos vascos para derivar allí las 1.400 toneladas diarias que ahora se encuentran sin destino por el derrumbe en el vertedero de Zaldibar, en Bizkaia. 510.000 toneladas fueron las que gestionó Verter Recycling en Zaldibar en 2019.

En Mutiloa no se mueven a día de hoy ni la mitad, pero el vertedero está "casi colmatado". Al parecer, la "gran cantidad" de residuos recepcionada en los últimos meses, especialmente en el comienzo de este año, ha precipitado el llenado y consecuente cierre. "Pensábamos que aguantaríamos un par de meses más, pero ya no entra nada más", confirmaban a este periódico fuentes de los propios trabajadores. El vertedero seguirá funcionando para gestionar las miles de toneladas de residuos depositados allí e iniciar las labores de sellado, que pueden llevar "varios años".

Según ha podido saber este periódico, el propio vertedero habría comunicado ya a sus clientes el cese del servicio, esgrimiendo que la instalación "no puede soportar más toneladas" y que la decisión se ha tomado para "garantizar la seguridad del depósito controlado".

El vertedero habría solicitado también permiso para ampliar sus instalaciones y poder seguir almacenando residuos, pero esta actuación no es posible ahora mismo. Así lo reconoce la propia Cespa, que ya ha comunicado el cese del servicio a sus clientes de forma oficial.

los camiones de ormaiztegi El cierre del servicio de Lurpe supondría el final del trasiego de un centenar de camiones que a diario atraviesan el municipio de Ormaiztegi para dirigirse al vertedero de Mutiloa, una infraestructura que en 2017 se convirtió en foco mediático, tras anunciar la Diputación Foral de Gipuzkoa que allí se iban a redirigir 102.000 toneladas anuales de fracción resto, hasta que la incineradora de Zubieta (Donostia) se pusiera en marcha.

El vertedero Lurpe, que daba servicio a centenares de empresas de Gipuzkoa desde 1994 como depósito de inertes, pasó a recoger entonces, autorizada por el Gobierno Vasco, residuos sólidos urbanos provenientes de todo el territorio, sin reciclar; y también otros muchos de diferentes tipos.

Los camiones de la mancomunidad cesaron su trasiego definitivamente a finales de 2019. Lo hicieron de forma escalonada. Los primeros vehículos se redirigieron a la incineradora de Zabalgarbi, en Bizkaia, en septiembre de 2018; y en abril de 2019 la fracción resto de Gipuzkoa comenzó a derivarse también a la planta de Tratamiento Mecánico Biológico (TMB) de Zubieta, liberando de carga a Lurpe, adonde hoy solo llegan los residuos que generan las empresas. La gran mayoría son inertes: unas 200.000 toneladas al año.

La montaña de residuos que se agolpa en Mutiloa es visible desde lejos. La colina artificial creada con deshechos impone, y más en plena crisis del derrumbe del vertedero de Zaldibar, que se ha llevado por delante la vida de dos de sus trabajadores. Pero la crisis provocada por el desprendimiento de Zaldibar va más allá de la tragedia: es de importante calado; porque deja sin respuestas a decenas de toneladas de residuos industriales no peligrosos. Las cuentas no salen. No hay infraestructuras preparadas para depositar los residuos inertes en Gipuzkoa y la capacidad ha quedado muy reducida en Bizkaia tras el desastre del pasado jueves. El alavés de Gardelegi, en Gasteiz, parece la solución más solvente.