Empezó en el rock a mediados de los ochenta, con Belladona. Era un grupo íntegramente femenino. ¿Llamaba mucho la atención?

–Pues por lo visto sí (risas). Una, en su ingenuidad, a lo mejor cree que eso no se toma en cuenta en exceso, pero sí que se tomaba. Y se sigue tomando, quizás ahora un poco menos, pero sigue importando. Era peculiar, por así decirlo.

Comparándose con grupos masculinos de la época, ¿notaban que tenían más dificultades?

–Sí. La poca credibilidad en las mujeres estaba muy normalizada. Cuando había mujeres de por medio, siempre era más difícil que te tomaran en serio. No solo en la música, en cualquier ámbito. Era más difícil que te respetaran. Lo tienes que hacer mejor, siempre ha pasado, aunque cada vez menos.

En 1987 funda Tahúres Zurdos, y ahí llegaron a la primera división del rock.¿Cómo llevaron la popularidad, sonar mucho en radios nacionales, vender miles de discos, las giras extensas y todo lo que vivieron?

–Nos fue llevando la inercia. Pasamos por todas las etapas que teníamos que pasar: empezamos desde abajo, cuando a tus conciertos van diez personas. Luego van quince, veinte… Cada vez más, se corre la voz. Antes las cosas se hacían de otra forma. Era más difícil acceder, pero cuando a la gente le gustaba algo, se encargaba de hacérselo saber al mundo, y eso pasó con nosotros. No lo pensábamos, nos venía todo como una bola de nieve que iba creciendo. En mi caso, había estado un par de años tocando en una orquesta y eso me curtió. Hacíamos la música que nos gustaba, no la que imponían las modas, y yo creo que lo llevamos muy bien.

A los Barricada se les criticó mucho por haber fichado por una multinacional. ¿Les pasó a ustedes lo mismo cuando lo hicieron, o ya se aceptaban mejor esas cosas?

–Cuando pasó eso con los Barricada, yo pensaba: ‘Si tienes un colega que es peón de albañil y de repente lo ascienden a oficial de primera, ¿te alegrarías o te jodería?’ Cuando a la gente se le quiere bien, uno se alegra de sus logros, a no ser que los haya conseguido pisando cabezas, que no era el caso. A veces la gente tiene muy arraigada una historia y le cuesta soltarla y compartirla, aunque eso suponga que les va a ir mejor, van a poder tocar en más sitios, con más medios… Siempre pasa eso, nosotros también lo sufrimos un poco, pero creo que los que se llevaron la palma fueron los Barricada.

En la mejor época de Tahúres a usted le tentaron con ofertas para iniciar una carrera en solitario, porque ya se veía que se iban a poner de moda las solistas femeninas, pero usted prefirió quedarse con su grupo.

–Sí, fue así. Me proponían dejar el grupo, aunque iba a necesitar músicos si quería tocar en directo. Además, ¿cómo iba a confiar en alguien que pretendía alejarme de lo que más quería? Suena como muy honorable, y lo fue, pero también lo fue hacia mí misma. Algo me dijo que no estaba bien. La música va cambiado de modas: se llevan los grupos, luego los solistas, luego igual los dúos… Los cambios tienen que darse de manera natural, no para beneficio de unas personas que te proponen cosas que no sientes. Igual el precio que tienes que pagar es más alto que el beneficio que vas a obtener.

“Sigo haciendo canciones, pero sin prisa. La vida me ha enseñado a no pensar mucho en el futuro, sino solo a corto plazo. Lo que surja”

Los ochenta y los noventa fueron años duros, las drogas duras truncaron muchos grupos y muchas vidas. Ustedes salieron indemnes, no sé si por suerte o por prudencia.

–Quizás porque mi hermano y yo vivíamos en un sitio en el que eso estaba a la orden del día, entonces ya tuvimos tiempo para elegir. Estaba muy normalizado ese hábito, cualquiera podía invitarte a una raya de coca. Pero cualquiera es cualquiera. Nosotros ya le habíamos visto las orejas al lobo y sabíamos que no era un buen camino. Me sorprendía lo normalizado que estaba entre la alta élite que manejaba tu carrera. Nunca me ha gustado esa camarilla que se forma cuando la gente consume cocaína.

En 2004 decidieron poner punto final a Tahúres. ¿Por qué entonces? ¿Tenía ya en la cabeza si carrera en solitario?

–No. El hecho de despedirnos con un disco en directo ya denota que todos teníamos la misma idea. Lo que mola es dejarlo por la puerta grande. Grabar un directo, con mucha gente que había venido de muchos lugares del país… Fue una cosa muy guapa. Además, el directo salió muy bien. Doy fe de que todo lo que suena es verdad verdadera (risas). Lo demás es supervivencia. Yo me sé bandear en solitario perfectamente, pero una banda es una banda. Me gusta hacer acústicos, estar con gente, compartir con otros músicos diferentes proyectos… Es lo que sé hacer y lo que me gusta, así que si no es con Tahúres, será en solitario.

¿Se le hizo duro dejar atrás el nombre de Tahúres y volver a empezar en solitario?

–Es otra forma de funcionar. Yo era la cantante de Tahúres Zurdos, así que igual ya me pusieron el nombre. Lo llevé con prudencia, sabiendo que era un inicio, otro rollo. Con mucha paciencia y mucho trabajo, invirtiendo tu pasta en grabarte los discos… Es lo que había que hacer y se ha hecho. Aquí estoy, haciendo mis cosas de vez en cuando y muy feliz. La gente que viene a verme sale muy contenta y me vuelven a llamar. Eso es lo que importa.

Esa carrera en solitario se ha visto lastrada por la enfermedad. Su último disco (‘Usiana’, 2017) lo presentó en el Gayarre, pero no pudo hacer gira…

–No, porque seis días después me pusieron un catéter para la diálisis y no pude salir de gira a defenderlo, aunque en mis conciertos hago canciones de Usiana. La vida es así, según te van pasando las cosas, vas actuando. Una cosa así nunca te pilla bien. He hecho todo el camino: diálisis, trasplante, post trasplante y luego la rutina para llevar una vida lo más normal posible. Intentar que eso no lastre una carrera, sino poder hacer cosas dentro de mis posibilidades.

“Nunca voy a decir eso de que lo pasado fue mejor; no hay que menospreciar ninguna música ni ninguna época, siempre puedes aprender”

Aurora Beltrán siempre ha dado la imagen de mujer fuerte, con mucha personalidad. ¿Se sintió así durante la enfermedad?

–Pues, fíjate, curiosamente, lo que piensas que puede pasar cuando estés en ese trance, muchas veces no tiene nada que ver con lo que sucede cuando realmente lo pasas. Es curioso: actúas como crees que tienes que actuar. Intenté hacer un paréntesis y dedicarme exclusivamente a la diálisis y todo el periplo. Mucha gente me pegunta si escribí en esos momentos, pero te tengo que confesar que no, ni una sola coma. En pandemia, tampoco. No es cuestión de tener tiempo, sino de cómo te pille el cuerpo. Hay veces que ni quieres ni puedes hablar de ello. Es todo muy intenso, tienes que enfocarte totalmente en eso que te está pasando.

En 40 años ha visto cambiar toda la industria, los formatos, los estilos… ¿Es de las que piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor?

–Hace tiempo que dejé de plantearme esa cuestión. Nunca le voy a decir a nadie que lo de antes era mejor, porque seguramente también lo dijeron lo de antes, es algo generacional. No hay que menospreciar ninguna música ni ninguna época, siempre puedes aprender. Los músicos tenemos la suerte de que podemos seguir aprendiendo toda nuestra vida, absorbiendo diferentes historias. Hay una cosa que se llama honestidad, y eso ya es cuestión de cada uno. Yo no puedo explicar a nadie qué es ser honesto. Yo sé lo mío y cada cual sabrá lo suyo. Hay que ser ecléctico, en todas las categorías musicales hay mierda y hay élite, y hay que saber quedarse con la élite. No hay que tener prejuicios, hay que escuchar un poco de todo, porque hay música para todos los momentos.

Una cosa no ha cambiado: cuando Tahúres regresó, en 2019, las salas volvieron a llenarse.

–Eso es muy interesante, porque igual has hecho algo que se puede saborear en cualquier época, con esa intemporalidad que tienen las canciones de la gente que te gusta. Canciones viejas que siguen teniendo vigencia. No se trata de evitar las modas, sino de hacer algo limpio. Las cosas que se ponen de moda luego se pasan de moda. Artísticamente, musicalmente, incluso en la forma de vestir, hay una cosa que es la intemporalidad, que las cosas cuadren en cualquier momento. Creo que tanto Tahúres como yo, de alguna manera, hemos conseguido eso.

El sábado estará en una mesa redonda en Enmusikadas, un festival dedicado a visibilizar la presencia de la mujer en el mundo de la música. ¿Se ha normalizado en estos años? ¿O queda todavía mucho camino por hacer?

–Sí que queda mucho camino por hacer y podemos participar todos los géneros. Que ya no llame la atención algo porque lo interprete un tío, una tía o un tíe. Antes se daba el tema de la poca credibilidad y ahora igual se da el darnos codazos porque algunas lo hacen mejor. Hay iniciativas que molan, que bandas con mujeres entren en festivales… Pero yo no quiero tocar por paridad, sino por calidad. Hay que tener las miras más altas y ver que hay mujeres muy punteras que merecen su oportunidad. Odio el término techo de cristal, pero existe.

¿Qué nos puede adelantar de su futuro? ¿Habrá disco en solitario, disco de Tahúres…?

–Sigo haciendo canciones, que es lo importante. Llevo dos meses enfocada en darle una vuelta a mi casa, me ha quedado muy bien (risas). Estoy desconectada, para bien. Estoy dejando sitio en mi cabeza para que puedan entrar otras cosas. Sigo haciendo canciones, eso sí, y ya decidiremos cómo y cuándo las sacamos. Sin prisa. La vida me ha enseñado a no pensar mucho en el futuro, sino solo a corto plazo. Lo que surja.