Antton Arrieta (Lima, 1955) es un hombre apasionado por la cultura, que lleva décadas rastreando la arquitectura militar, en especial la medieval, por toda Euskal Herria. Tal vez los diez primeros años de su vida, que pasó en Perú, pudieron engendrar esa vocación arqueológica. Economista de profesión ya jubilado, hace mes y medio localizó un castillo en Iza-Itza (Gulina-Gulibar), entre Irurtzun y Pamplona, que se suma a otra decena de hallazgos que ha venido catalogando. Arrieta, que ha publicado media docena de libros, va “por libre”, acompañado de amigos que le ayudan en los parajes recónditos y escarpados difíciles de transitar para alguien que, paradojas de la vida, tiene vértigo.

¿Cómo empezó en esto?

Mi primera apuesta fue ver si había restos de cien castillos en Euskal Herria, recopilar documentación e inventariarlos. Casi acabado el trabajo, encontramos el Castillo de Fitero, y publiqué un CD en euskera titulado Euskal Herriko 101 gaztelu; lo hice en euskera, desarrollando la terminología en esta lengua.

¿Cómo elige su trabajo de campo?

Con bibliografía de todo tipo, de historia reciente o antigua. Otra fuente muy importante es la toponimia. Topónimos como castillo, gaztelu, gazteluzar, dorre, muru, iru, iri...

Se podría pensar que todo esto estaría muy trillado, pero no.

Es sorprendente. La Edad Media se ha considerado contaminada frente a la Edad del Hierro y los romanos.

El dron es una herramienta importante en lugares inaccesibles.

Sirve de complemento, para perspectivas aéreas de conjunto. En el castillo localizado en Gulina materialmente no se podía subir.

¿Cómo lo localizó?

Fue relativamente fácil. Dos documentos del siglo XV hablaban de la ‘Peña de Gulina’. Al conde de Lerín le cedieron este castillo, además del de Garaño y el de Irulegi. Teníamos que buscarlo en Gulina. Fuimos tres veces, y con el dron confirmamos la hipótesis. Es un castillo extraño, nos ha sorprendido el tamaño, y su complejidad, tenía dos recintos separados, inferior y superior. Barajamos que pudiese ser un castillo que se cita en el siglo XII y XIII, el de Erga, y que posteriormente se abandonase o cambiase de manos y se citase con otro nombre.

¿Cuál es el siguiente paso?

Lo primero es publicarlo, porque aquí hay mucho pirateo. El primer castillo que localicé en Navarra fue en 2001, el de Guerga, en la peña de Unzué. Apareció en la revista Nabarra, y entregamos ese número a Príncipe de Viana para su conocimiento. A día de hoy todavía hay una persona que afirma que ese castillo es una aportación suya.

¿Entre los diferentes territorios y administraciones, dónde hay más sensibilidad?

Donde menos es en Iparralde. los ayuntamientos no responden a las solicitudes de información, es increíble. También encuentro resistencia en Navarra de gente con la que parece que vamos a colaborar y que cuando ve que todo mi trabajo es en euskera, al final desaparece del mapa, y no me vuelve a llamar. Yo lo único que estoy haciendo es inventariar y recoger en una publicación todo lo que se sabe de ese castillo.

¿Eso no le resulta desolador?

Sí. Es un poco durillo. En cambio, también encuentras lo contrario, gente que te apoya por eso mismo. Hoy día el tema está muy alterado, a veces se escribe con mucha ideología y sin perspectiva histórica. El trabajo básico es intentar entender a los castillos, documentarlos y datar su época.

¿Qué ha aprendido con su trabajo?

Los castillos en Navarra siempre han sido un tema muy apreciable para los investigadores gracias a la documentación guardada. Se sabe mucho, pero lo que estoy viendo es más complejo; no todos son reales, también están los de los templarios o de las órdenes militares. Todo el entorno de Tudela está lleno de castillos de tiempos de los musulmanes. En vez de capilla tenían mezquita. Dentro de la Edad Media, que duró mil años, están los castillos documentados del siglo XIII, XIV, XV... ¿Pero qué pasaba antes del año mil? Muchos de esos castros de la Edad del Hierro se reutilizaron y en algunos casos crearon la primera generación de castillos. Dentro del castro o de la población amurallada, eran un rincón más fortificado. Y de eso se sabe muy poco.

¿Cuáles son sus próximos objetivos?

En Navarra he terminado un propósito, inventariar los castillos conocidos, pero me quedan unos tres años más de trabajo de campo.

¿Hay posibilidad de nuevos descubrimientos?

Aparecerán más. En Gipuzkoa hemos hallado seis, pero han aparecido dos citas del siglo XVI de Gaztelu Erreka. Allí tuvo que haber uno. Entiendo mi trabajo como un escalón sólido, amplio, para seguir construyendo. El tema no se termina con un libro, sino que sigue apareciendo información y nuevos castillos. No está todo descubierto. Ahora dos chicas de Lekunberri, Inma Etxarri y Belén Balenciaga, han localizado posiblemente el castillo de este pueblo, consultando archivos en Pamplona. Nadie les reconoce su mérito, pero lo han situado donde pudo estar, y la arqueología lo tiene que confirmar.

¿Es importante la paciencia?

Sí, y el ver muchos documentos. Lo que peor llevo es transcribirlos. Nuestro trabajo tiene tres partes: los castillos demostrados, los posibles, y lo hasta ahora desechados. En Navarra estamos aportando que topónimos como gaztelu fueron fortificaciones del XVII y XVIII. Hay campo para investigar todavía.