La Pasión según San Juan, de J. S. Bach

Intérpretes: Jakob Pilgram, tenor. Cristian Wagner, bajo. Shira Patchornik, soprano. Sara Mingardo, alto. Mirko Ludwig, tenor. Orquesta barroca La Cetgra. Ensemble vocal Basel. Andrea Marcon, dirección. Ciclo del Baluarte.

Lugar: Auditorio. 17 de marzo de 2024.

Incidencias: Casi lleno (50, 36, 23 euros).

Las expectativas de éxito del conjunto vocal e instrumental de Basilea, eran altas. Hoy día estos ensembles que interpretan la música antigua desde un punto de vista historicista han alcanzado cotas altísimas. Las expectativas se cumplieron, añadiendo un plus de emoción, porque Marcon ha ofrecido una Pasión según San Juan, muy personal, al manejar las dinámicas fuerte-piano, y los tiempos. Es lo que diferencia una buena lectura, de una excepcional, por lo menos, en algunos tramos. Y es que Bach teje una red sonora donde, al fondo, de una uniformidad aparente (recitativos, corales) emergen relaciones, tensiones, acentos… que permiten infinitas interpretaciones. Marcon cuenta muy buenos mimbres: el conjunto instrumental es impecable, y los solistas instrumentales, (oboe, oboe da cacica, flautas, violines, chelo, viola de gamba, contrabajo, fagot, contrafagot, clave, órgano, tiorba) bordan sus exigentes intervenciones. El coro, (17) está equilibrado, y muestra sororidades diversas. El tenor evangelista, indispensable para hilvanarlo todo, es el canónico de los recitativos barrocos. Y el resto de solistas, que, a excepción de Sara Mingardo, salen del coro, está a la altura. Por su parte, el titular de la velada, plantea la obra reforzando el bajo continuo con un contrabajo y un contrafagot, además de los habituales instrumentos. Marcon da, así, a su versión profundidad religiosa, humanismo y cierta austeridad, muy apropiada a esta Pasión. Marcon, además, muestra diversidad de colores e intensidades a la hora de abordar los corales; con plenitudes sonoras, en unos, y recogidas, en otros. Y acierta siempre con el tempo: desde la divina lentitud del aria con la viola de gamba (excepcional intérprete), hasta los ataques en las diversas secciones para dar agilidad a la versión, y que todo se mantenga en tensión. El comienzo fue algo disperso en el coro, con cierto predominio de voces graves sobre sopranos, hasta que pronto se hicieron con la acústica, y sirvieron los corales con devoción, sonoridad redondeada, claridad textual, y disciplina. Nunca resultó el coro rutinario: cantó en off con el bajo, se dividió en coro más pequeño al final, y cada coral fue distinto. El tenor Jakob Pilgram, como evangelista, sostiene, desde lo más alto, toda la narración. En esa claridad de timbre y dicción converge el relato, que se va adornando con solos y corales. Shira Patchornik, soprano, también es la voz canónica de oratorio, con unos ataques, en agudo, admirables y una línea de canto pulcra y emotiva, no fría. Christian Wagner, bajo en el rol de Jesús y arias, tiene una voz muy atractiva, de bajo joven, que, sin duda irá a más; su actuación convenció, también, por la su actitud en escena. Sara Mingardo aporta una voz poderosa; que nos parece algo oscura al principio, pero que llena de dramatismo su intervención. Mirko Ludwig, tenor, cumple con creces en su rol.

Pero independientemente, de las cualidades individuales, aquí se goza del conjunto. De la unanimidad con la que todos se ajustan a una misma manera de entender la obra. No hay bajadas de tensión. Y, sobre lo bueno de toda la versión, hubo detalles que dejan al público en vilo: aria de soprano y dos flautas; corales del comienzo de la segunda parte con variedad de matices: fuerte el primero, imprecatorio el segundo, violento el tercero, en pianísimo el cuarto; dejar sola a la tiorba después del Todo está consumado; aria de bajo y violonchelo… En fin, los de Basilea han interpretado lo que Bach nos deja en el alma con su Pasión San Juan: un poso de consuelo que no hay modo técnico de explicar. ¡Ah! Y, de nuevo, un ruego: no se aplaude, al final, hasta que el director baje los brazos. Son fundamentales esos segundos de silencio.