Quiso la organización vestir el Giro de Italia con el púrpura de Tadej Pogacar. Para seducir al esloveno, el astro que gobierna la galaxia, la carrera italiana traicionó su esencia. Desvistió la brutalidad de sus montañas para contentar a Pogacar, centro de gravedad, Alfa y Omega de una cita que iza su bandera rosa el sábado. La presencia del esloveno, que desea anillar el Giro y el Tour en la misma secuencia, concede foco y notoriedad a la cita italiana, pero al mismo tiempo empequeñece la lucha hacia el trofeo Senza Fine. La espiral dorada, la que graban antes de la ceremonia del campeón, espera el nombre del esloveno. El Giro tiene aspecto de cuenta atrás, de tres semanas que deshojan kilómetros, llanuras, costas, valles y montañas para elevar al altar a Pogacar. El esloveno, siete victorias en apenas diez días de competición (campeón de la Strade Bianche, Volta a Catalunya y Lieja-Bastoña-Lieja) parece intocable. El Giro es él. Roma soy yo. El de los otros es muy distinto.

Nadie parece tener la huella capaz de medirse a la pisada dorada y profunda del esloveno. La nómina de rivales de Pogacar palidece, salvo sorpresa extraordinaria. Los que se suponen adversarios con más impacto, Vingegaard, Roglic o Evenepoel, esquivan Italia. El danés, su kryptonita trata de recomponerse tras romperse en la Itzulia para contrarrestar al esloveno en el Tour. Roglic también apuesta por la Grande Boucle. Ese mismo camino señala a Evenepoel. La lista de opositores al esloveno se antoja liviana, sin la entidad suficiente para retarse con semejante ciclista sobre un territorio que ha rapado sus cretas, adaptado a sus características para ganar eco.

Al Giro acude el eterno Geraint Thomas, campeón del Tour en 2018, segundo en la pasada edición de la carrera italiana. El galés fue sometido por Roglic en una cronoescalada al Monte Lussari infartante. Experimentado, consistente, de aliento largo, Thomas es un gran corredor, pero no dispone de la cilindrada suficiente para medirse al esloveno. A su favor, su bagaje, el poso de un currículo exitoso y su gen competitivo. Sin embargo, a menos de un mes de cumplir 38 años no parece ser un obstáculo para Pogacar. Su mira se sitúa en el podio.

Lucha por el podio

Con el primer cajón en propiedad, el resto busca un espacio en la orla final. Damiano Caruso, otro ciclista veterano, 36 años, también tratará de estar delante. El conocimiento de la carrera le concede impulso. Junto al italiano, Romain Bardet, el que fuera la gran esperanza francesa, es otro ciclista que pretende estar en la azotea de la carrera. Séptimo en 2021, es su segunda participación. Vedado el Tour para él, donde las exigencias competitivas le han desplazado, el galo, otro veterano, quiere brillar en Italia. Ben O’Connor, cuarto en el Tour de hace tres años, prueba en el Giro. El australiano, un gran escalador, mira a la general sin disimulo. En montaña parece el más apto para medirse al esloveno. En ese escalón se sitúa Daniel Martínez. El colombiano que rescató a Egan Bernal en el Giro de 2021, fue quinto como alfil de Bernal, puede enfocar el podio. Cian Uijtdebroeks, joven, 21 años, descubre la Corsa rosa y encabeza el listado de los más bisoños en un ecosistema que estruja al máximo en la última semana. Thymen Arensman será el escudero de Thomas o quién sabe si su relevo. Todos ellos configuran el Giro de los otros.